SEMANA SANTA 80 años de la cofradía de excombatientes y un relevo generacional en femenino

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EN RECUERDO DE LOS CAÍDOS: HAY VIDA DESPUÉS DE LA MUERTE

POR Alberto Ferreras

Zamora. La cofradía de Semana Santa que hace 80 años desfiló por primera vez con excombatientes de la Guerra Civil Española para recordar a los caídos en la contienda bélica ha vuelto a salir este lunes a las calles de Zamora con un relevo generacional asegurado y un futuro marcado por la presencia femenina en el desfile y alejado del pasado que determinó su primera salida procesional en el año 1943.

Ese futuro que asegura la continuidad de la hermandad de Jesús en su Tercera Caída de Zamora por el mantenimiento de una tradición de desfilar que pasa de padres a hijos se aleja actualmente de los postulados ideológicos de sus inicios y se ha encarnado este lunes por la tarde en cofrades como Raúl, Iria, Daría o Valentín, que aún no han cumplido su primer año de vida y ya han desfilado junto a madres, abuelos y padrinos.

El desfile de este lunes ha sido histórico, no sólo por la cifra redonda de los 80 años de desfiles, sino también porque por primera vez han procesionado mujeres, al no poder hacerlo en los años 2020 y 2021 por la pandemia de covid-19 y en 2022 por inclemencias meteorológicas que obligaron a suspender la procesión.

DE LA CONNOTACIÓN POLÍTICA AL SENTIDO RELIGIOSO

El presidente de la cofradía, Jesús Ferrero, ha explicado a Efe minutos antes de que a las ocho y media de la tarde se iniciara la procesión que a lo largo de la historia de la hermandad otros presidentes que le han precedido en el cargo en el que se estrena este 2023 han trabajado para despojar al desfile de esa «connotación política» de sus inicios y «llevarlo al sentido religiosos y de la Semana Santa de Zamora, que es lo importante», ha declarado.

También ha subrayado que el relevo generacional en esta hermandad está apuntalado como demuestra que de los cerca de 150 ingresos de este año, el 80 % sean de menores de edad.

Entre ellos ha figurado Raúl Barrio, de dos meses, que ha llevado en brazos su madre, Cristina García, a la que le hacía mucha ilusión que su bebé desfilara con ella y lo apuntó a la cofradía al poco tiempo de nacer, según ha señalado a Efe.

Con el chupete en la boca también han desfilado a la cabeza de la procesión Daría Santos, de cinco meses, junto a su orgulloso abuelo y jefe de la banda de clarines de la hermandad Miguel Ángel Santos; o Valetín Feuntesaúco, de diez meses, en brazos de su padrino Alberto de Mena.

IRIA «CARGA» CON LA CRUZ DE RAÍZ DE MEMBRILLO A LOS TRES MESES

Además, Iria Martín, de tres meses y medio, ha sido la encargada de portar colgada al cuello y en brazos de su madre Manuela Martín una pequeña cruz de unos treinta centímetros de largo hecha con una raíz de membrillo que la hermandad reserva cada año para el más joven de los penitentes que lo solicita.

Esa pequeña pero simbólica cruz es una de las incorporaciones que cambiaron la estética de la cofradía en los años ochenta y noventa del siglo pasado de la mano del escultor José Luis Coomonte, autor además de una colección de quince cruces que constituyen uno de los elementos singulares de la procesión.

Entre ellas, la más impresionantes y la única que es portada a hombros por cofrades es una original cruz hecha con yugos de bueyes.

No se trata de la única alusión a la labranza y los oficios del campo de esta plástica procesión de la Semana Santa de Zamora, en la que también procesiona una pesada corona de espinas confeccionada por el mismo escultor.

UNA CORONA DE ESPINAS DE UNA TONELADA DE PESO

Se trata de una corona realizada con rejas de arado y eso hace que pese una tonelada, por lo que tiene que ser portada por 36 cargadores que tocan a unos 28 kilos de peso cada uno.

La procesión, que cierra una banda integrada exclusivamente por niños, incluye tres pasos: La Despedida, firmado por el cacereño de la escuela sevillana Enrique Pérez Comendador; Jesús en su tercera caída, del bilbaíno Quintín de la Torre; y la Virgen de la Amargura, una talla del zamorano Ramón Abrantes que refleja el dolor de una madre por el hijo muerto.

El desfile, que por primera vez ha concluido en una carpa instalada de la plaza de Claudio Moyano para guardar los pasos debido a las obras del Museo de Semana Santa de Zamora, ha tenido uno de sus momentos más emotivos en la Plaza Mayor.

LA MUERTE NO ES EL FINAL

Allí, los más de dos mil cofrades han entonado, como se hace desde hace 17 años, el cántico de «La muerte no es el final» en recuerdo de los hermanos fallecidos.

Esa melodía se ha convertido en un emblema para esta cofradía que ha sabido evolucionar y apartarse de su origen ligado al franquismo para centrarse en su mensaje de difusión de la simbología de la cruz cristiana y de que hay vida después de la muerte. EFE

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