Araceli: Altar del Cielo 

 

  AraCeli Gallego García: Altar del Cielo engendró, crió y sacó adelante a seis churumbeles guapos, sanos y fuertes.

Fue una de las primeras asturianas que enamoró con un indígena local en las zonas soleadas de aire seco y limpio del sureste al otro lado de los Picos de Europa, donde las nubes atlánticas quedan petadas en un ambiente de humedad y frescor sin Sol.

La mujercita llegó con sus padres y hermanas  al veraneo y emparejó con un joven industrial local. Ambos  de familias numerosas, crearon la suya también numerosa.

De crianza cristiana, educada en los valores católicos, su corazón no estaba preparado para el mundo adulto en el que todo gira alrededor del dinero. Era cándida, inteligente y llena de sentido común, pero sin malicia ninguna.

Su matrimonio generó estabilidad y más riqueza en la empresa familiar de su marido y hermanos.

Su suegro llegó del páramo, empezó de pinche de obra, luego de aprendiz de guarnicionero y, al fin, fabricante y comerciante de éxito.

Compró buena parte de la Plaza Mayor de la comarca, con la Iglesia y el Ayuntamiento de vecinos,  y amplió el casco urbano hacia el norte.

Negocios de ebanistería, fábrica de muebles, calzado, arreos de caballos y parcelaciones de tierras para construcción fueron sus  emprendimientos empresariales de la mano de sus numerosos hijos.  Imposible mejorar.

Dios Familia y Propiedad; éste era como el lema vital de los abuelos surgidos de la unión del páramo y la estepa a orillas de un gran río. Él, muy modesto, ella una fértil Ángela de ojos azules.

Sus padres se unieron por la casualidad de la pérdida de un tren por la afición extrema a los toros. El futuro papá, un ángel,  emigraba con su hermano a Europa para trabajar y ahorrar; bajó en una estación, aprovechando una larga parada, y se fue a ver los toros que se anunciaban en un cartel.

Lo perdió. Su hermano a Francia; él, un ángel, a Asturias. Casó allí con la hija de un cocinero del Palacio Real a la que bautizó con un nombre de oro: Aurina.

Las tortillas de pan de la abuela eran míticas en los veraneos de risas y juegos de los numerosos nietos.    Nunca fue al médico y cuando se deterioró su salud tras una caída en su casa, despareció de la vida en su dormitorio, cuando aún no había cumplido los cien años,  estando al cuidado especial de su yerno, el esposo de la hermana que se encargó del cuidado de otros dos en sus últimos meses de vida.

Cuarto hermanas y un hermano tenía Altar del Cielo. El chico fue obligado a dejar nuevos estudios universitarios, tras terminar comercio,  para llevar el negocio familiar de mayorista de frutas y patata gallega, de gran éxito en restaurantes y comedores.

Eran los tiempos de la discriminación negativa: Las chicas en casa y a casar, y los chicos a trabajar. Vivió en la soltería. Sus conversaciones eran un río caudaloso de sabiduría y conocimiento. Nunca dejó de leer. Otro ángel

   Altar del Cielo murió en paz estando a solas con su marido. Se encontró mal y lo vio venir instantes antes:

Echada en el sofá de la sala de estar, le dio tiempo a despedirse en la serenidad que da una vida llena de bien. Le dijo lo siguiente a su marido, ya anciano, que estaba en el sillón de al lado junto a la ventana, según relata su esposo y padre de los numerosos hijos:

Me voy, no te preocupes por mí:  Voy al Cielo.

FIN

Ella olía a perfume Joya,  Chanel Nº5, Nivea, Heno de Pravia y a collar de perlas.

Él, a Varón Dandy, Loewe y ropa lavada con Skyp y secada al sublime Sol del patio familiar gobernado por las descomunales hortensias de color rosa plantadas por Altar del Cielo y que aún crecen tan altas como en Asturias.

Altar del Cielo: Ara Celi

ARA Altar

CELI Chelo, Cielo